II
Mi piel amarilla tiene que contarte historias, las arrugas de mis labios han sufrido enterramientos. No creas que sólo con tus manos vas a poder plancharme el alma.
No recuerdo quién soy, cada poro y cada pelo me grita desesperado: “¡ACTÚA, ACTÚA!” y yo tengo que hacer como si no entendiera nada. Como si las paredes no hablasen. Como si el suelo no temblara.
Las mandarinas. La madera pierde su amargura, las nubes pesan. Estoy afilada, demasiado para tu ánimo flojo. Algo en mí grita: “¡QUÉ ASCO!” y tengo que hacerle caso, aunque realmente quisiera desconectarlo de mi cerebro.