III

Fríamente sacudidos, éste barco no lo lleva el mar.
Míranos. La humedad se extiende, sale de dentro.
Nos derrumbamos, vuelan las astillas,
mis retorcidas manos regresan,
las tuyas están muy hundidas.
Encuentro la cúspide de lo innecesario
donde descanso mi riada de dedos.
Estoy enferma. Me desborda el agua por dentro,
pero no lloro. No salivo. No lubrico. No micciono.
La puerta de mi casa está permanentemente cerrada,
nadie se encuentra al otro lado.
Y si alguien se asomara por debajo,
tan sólo vería un cuarto vacío.
Ninguno de los dos estamos muertos,
pero no respiramos.