XIII
Me he elevado sobre las antenas,
me he precipitado bajo los puentes.
He retomado viejos dolores y los he pinchado con una aguja.
Han supurado pus verde y lo he dejado secarse.
He limado las asperezas que conectan mi carne con el mundo
y ahora encajamos como dos cuencos pulidos
concéntricos e irreductibles
de madera oscura y apagada.
Nada debería cambiar sustancialmente:
es suficiente con sostener el resto de las vidas.
Siempre hay un día después del día después:
el trabajo es merecerlo.